Allá por el año 1.732, el Obispo de Pamplona,
Melchor Ángel Jiménez Vallejo, en la visita que realizó a la iglesia de
Pitillas, dejó anotados en el Libro de Visitas, entre otras mandatos, el número
15 que decía:
“Mandamos que
por cuenta de la iglesia se haga un atrio con los pilares de piedra y su
cubierto, para mayor defensa de la iglesia y guardarla de las aguas, desde
donde se puede conjurar y que el cementerio se cerque de pared de piedra para
que no puedan entrar los ganados y que se blanquee la iglesia”.
En esta obra contratada se realizaron los arcos del
pórtico (dos que miran hacia el Ayuntamiento y entre los cuales está el escudo
de la iglesia, marcado con el año 1.739, fecha de finalización de las obras, y
un reloj de sol; y otro arco que mira al poniente), el enlosado y bancos del
pórtico y atrio, el blanqueado de la iglesia y el cercado del atrio que formaba
el cementerio.
En la pared que rodeaba el atrio se debían realizar
tres portadas de piedra de sillería rematadas con tres bolas, a juego con las
que existían en la torre del campanario, en las que había que colocar tres
puertas de madera con todo el hierro necesario para poder cerrarlas.
La obra
debía estar finalizada para el día de Santiago de 1.739 por el precio de 431 ducados, sin poder pedir el
cantero más dinero por las mejoras que realizase.
En enero del
año 1.740 se juntaron dos maestros de obras, como representantes de los
patronos de la iglesia y constructor, para declarar si la ejecución de las
obras estaba conforme al contrato de la escritura. Señalaron que los cimientos
de los arcos estaban sobre terreno falso, de modo que había que rehacerlos de
nuevo y las losas del pórtico estaban movidas y debía asentarlas con mezcla de
cal y arena. Así lo realizó Andícola.
Pasado casi
siglo y medio, en el año 1.886, Manuel San Juan, párroco de la iglesia,
comprendió que el muro del oeste del atrio estaba arruinado y que la iglesia no
contaba con recursos para acometer la obra. Por ello propuso al Ayuntamiento
que si le subvencionaba con alguna cantidad, tiraría el muro, y al
reedificarlo, traería la pared un metro más hacía dentro, sin perjudicar en
gran manera al atrio, quedando la calle Norte, más espaciosa y hermosa, pues
era tan angosta que andaba mal para pasar un carro.
Así sucedió,
el Ayuntamiento acudió con 2.000 reales de los 3.588 reales que se gastaron en
la obra señalada. Además de este trabajo, se trasladó la portada que estaba
frente al Ayuntamiento al poniente y, en su lugar, se colocó la que estaba en
la heredad que llamaban del “Cerrado”, propiedad del duque de Granada, solicitada por el
párroco en una razonada exposición. Es por ello distinta a las otras dos, pues
le pusieron en la conclusión dos especies de avellanas a los lados de la cruz
que estaba en medio. Hoy ya no existe esta cruz ni tampoco las puertas que
cerraban las portadas.
Según he oído a Jesús Mª Esparza, varios pitilleses
no entraban por esta puerta para ir a la iglesia, pues consideraban el hacerlo
como una humillación y un sometimiento al marqués.
A finales del XIX y principios del XX seguían
realizándose obras como lo reseña el periódico El Eco de Navarra, señalando que
se estaba arreglando el atrio con excelente losa. Anotaciones en los libros de
la iglesia recogen las limosnas y aportaciones del Ayuntamiento para estos fines.
De hecho, encima de los arcos del pórtico había una
galería con un barandilla de madera que en la actualidad está sustituida por
unos arquillos de piedra.
Pero el cercado del atrio para que no penetrasen en
el interior los animales y profanasen el cementerio, ofreció una mayor
intimidad en el interior del pórtico que fue aprovechado por los jóvenes para
jugar a los prohibidos, como así sucedió con Aniceto Luri y Florencio Ayerdi,
quienes fueron denunciados por la benemérita en agosto de 1.924.
También cuenta Pedro Mártir Jaurrieta que cierta
tarde, hace muchos años, jugando unos muchachos a pelota en el pórtico, ésta se
les encaló, quedando detrás del ropaje del San Pedro que estaba en la hornacina
de encima de la puerta de la iglesia. Un muchacho escaló para coger la pelota y
agarrándose a la imagen para su seguridad, como no estaba anclada, cayó de
bruces al suelo con la imagen. La efigie quedó rota y el muchacho y sus
compañeros salieron disparados para evitar la reprimenda.
Fue en diciembre de 2.008 cuando se repuso en la
hornacina la imagen del patrón, realizada en granito, obra del escultor gallego
Fandiño, con un costo de 1.300 euros.
Finalmente, hace pocos años, se puso una verja entre
los arcos con el fin de evitar la entrada al pórtico de personas fuera del
tiempo religioso y actualmente se ha adecentado el atrio levantado por las
raíces de los árboles allí plantados y construida una rampa de acceso en la
portada de la plaza de San Pedro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario