Corría el
año 1.642 cuando Joanes de Errazu, zapatero, vecino de Errazu, de la casa de
Echegaraya, se hallaba en Ujué desde el día de San Marcos, trabajando en su oficio,
en compañía de Joanes de Mendinueta, también zapatero, natural de Elizondo; éste
era alto, grueso (graso de su persona) y algo chato. Tenían su posada y tienda
en el mesón de Martín Jurío menor y la obra que iban haciendo la tenían fiada
entre los vecinos de la villa en cantidad de
50 ducados, a pagarla para el agosto próximo.
Domingo de
Mañeru*, uno de los cirujanos de Uxue, acababa de arrendar la Carnicería de la
villa, había acogido a su cargo, por cortador de la misma, a Hernando Rey,
vecino de San Martín de Unx.
Días antes, en
el antruejo*, Pedro y Francisco de Utro, hermanos, naturales de la villa de San
Pablo, en Francia, confines del ducado de Saboya, allende de doscientas leguas,
vinieron a este Reino y desde aquel
tiempo andan por los pueblos vendiendo randas*.
Pedro de Utro era más
alzado de persona, vestido a la usanza de este Reino, de paño burel*, basto, y se
hizo ropilla* del dicho paño en la ciudad de Corella y después se confeccionó
ferreruelo*, calza alpargatas; Francisco de Utro era menor de persona, tenía
pecas en el rostro de haber tenido viruela e iba vestido al uso de Francia, de
terliz* blanquisco, así el calzón como la ropilla y ésta abierta de espaldas y
zapatos de suela recia a lo que parece de baqueta o becerro tocinero. Ambos tenían
las cabelleras negras con quedejas*.
Partieron de la ciudad de
Tudela recorriendo su comarca, para la villa de Sangüesa y su partido.
Estuvieron en Aibar, Gallipienzo,
pueblo que está en una cuesta. En mayo llegaron al mesón de la villa de Lerga
con sendos fardicos donde llevaban cantidad de randas y sacando de los fardos
alguna cantidad de ellas, anduvieron vendiéndolas por la villa. Hicieron
aquella noche y, al día siguiente, bien de mañana, partieron para la villa de
Ujué, habiéndolos puesto en el camino el mesonero.
Hacia mediados de mayo
posaron en el mesón de Martín de Jurío menor, de Ujué. El día que llegaron anduvieron
por la villa vendiendo de las randas que llevaban y a la noche se recogieron en
el mesón, donde la pasaron.
Ese mismo día, Joana de
Ayesa, mujer del posadero, y Joana de Azcárate, su criada, estuvieron en el campo todo el día, hasta las seis de la
tarde, escardando el linar y echando fiemo. Joana les compró y pagó dos varas
de randas. Hablaban castellano.
Al día siguiente, a lo que
serían las 7 horas, salido el sol, fueron despedidos de la posada. Preguntaron
por Joanes de Mendinueta, que acudía a la ciudad de Tafalla por recados para
trabajar en su oficio y habían acordado les enseñaría el camino. Alguno de los
presentes les respondió había salido ya y los aguardaba donde la iglesia. Partieron
camino para la villa de San Martín. Francisco de Utro iba con su rosario en las
manos.
Mendinueta no apareció de
vuelta en Ujué hasta la tarde del día siguiente, sin becerros con qué trabajar
en la confección de zapatos y sin dineros, por lo que su compañero de oficio,
Joanes de Errazu, se enojó con él.
Este mismo día estuvieron
en casa de Graciosa de Aróstegui, mujer de Martín Nicolay, de 24 años, tres
franceses y traían carpetas, servilletas y lencería. Anduvieron vendiendo en la
villa y al segundo día se fueron.
Por aquellas fechas llegó
un soldado pidiendo limosna. Era muchacho, de estatura mediana. Contó había
sido prisionero del francés y otras muchas lástimas que le habían sucedido.
Preguntó por dónde se podía ir a Castilla abreviando, porque era de cerca de
Madrid. Le dijeron que por Beire era más a propósito. Llevaba vestido francés
porque el que tenía le quitaron y quisieron matar en la Francia y un caballero
le había dado aquel vestido.
También, a mediados de
mayo, estando en la cama Martín López menor, de noche, fue llamado. Al día
siguiente, muy de mañana, se marchó de nuevo y volvió al cabo de dos horas. La
noche sucesiva volvió a casa pasada la media noche. Tras requerirle varias
veces su mujer, Catalina Mateo, con quiénes estaba, le contestó con Hernando
Rey y Domingo Mañeru, el cirujano.
Al cabo de unos días, el
día de la Ascensión (Pascua de Pentecostés), 29 de mayo, Mendinueta y Rey le
llevaron tres perdices a Catalina Mateo para que las aderezara. Se las comieron Mendinueta, Rey, Mañeru, Martín
Jurío menor y su marido, Martín López menor. Una vez terminado el ágape, Jurío
preguntó qué valían para pagar a escote, y Mendinueta respondió que les
convidaba y no tenían que pagar cosa alguna.
Varios tejeros lapurdanos,
alguno de Istúriz, estaban al presente en Ujué, trabajando ladrillo y teja.
Diez días antes de Pascua
del Espíritu Santo, hacia finales de mayo, Martín de Cumba, el cabecilla, le encargó
a Mendinueta 4 pares de zapatos para él y sus oficiales tejeros, descontándolos
de los 4 ducados que tenía en depósito. Manifestándole después necesitaba
dineros para comprar un poco de paño para vestirse, porque andaba roto, le
respondió Mendinueta que él tenía una capa para vender de buen paño en manos de
Hernando Rey, el cortador de la carnicería,
y que se la haría traer, advirtiéndole
no lo había de saber sino Dios y los dos.
La trajo cuatro días antes
de Pascua, dentro de una talega. Le señaló que la llevara a la tejería y que la
lavara porque tenía unas gotas de sangre de un cordero que él y unos mozos
habían hurtado y se lo habían zampado.
Tasada en 20 reales, el sastre le cortó e hizo una ropilla y calzones.
Durante este tiempo, finales
de mayo y principios de junio, se oía decir entre vecinos de Ujué que la mujer
de Mañeru, Graciosa Garrués, vendía randas y tenía en cantidad. En un arca guardaba
4 o 5 manojos o pilas de randas. Decía que de Pamplona se las habían remitido
para venderlas.
El 17 de junio Joanes de
Errazu, el zapatero, marcha a su pueblo a ver a su mujer e hijos y hallarse en
su casa y lugar el día y fiesta de San Pedro apóstol, que es meceta de Errazu,
quedando Mendinueta en Ujué continuando el oficio.
El día del Corpus, 19 de
junio, Mañeru, Rey y Mendinueta, fueron juntos a caballo a la villa de
Sangüesa, a la feria de ella, en albardas, y transportó Mendinueta unas
alforjas. En una parte de ellas, que estaban cosidas, llevó cantidad de randas,
4 o 5 pilas para vender, dando diferentes versiones de su origen. Estuvieron de
posada en una casa el día que llegaron y el día siguiente hasta después de
comer. Habiéndoles hecho y aparejado dos camas en diferentes aposentos, una para
Rey, para que durmiera con un hermano suyo para tratar del asunto de su boda, y
otra para Mañeru y Mendinueta; no quisieron, antes bien, los tres durmieron en
una cama diciendo pues habían ido juntos, habían de dormir juntos.
Hacia el 20 de junio, María
Joan Gorría y su hermana María, junto con otras dos mujeres más fueron a la
ermita de Santa Cita y viniendo de vuelta, más acá de San Martín, en un arroyo
que hay, vieron dos hombres, el uno moreno y con un capote de mezcla, al uso de
provincia, y su compañero, un mozuelo eunuco, rocho*, de capa pedazada y
calzones y jubón de cordillate* blancos, sin pelo de barba, quienes las
siguieron apresurando el paso y se vinieron a la villa con harto miedo.
Llevaban sendos terciados* de dos palmos y medio.
Al día siguiente el eunuco
anduvo por Ujué vendiendo listones de
lana, agujas de coser, agujetas y quincallería. Haciéndole cargo alguno de por
qué no tomaba modo de vivir y servía a Su Majestad, dijo que más quería andar
vendiendo aquella mercadería y pasar la vida con aquello, no haciendo mal a
nadie. Añadió que viniendo de San Martín a Ujué, habían topado con tres
franceses y que fuera bueno matarlos, enterrarlos y quitarles cuanto llevaban,
pues dan mucha guerra y a nosotros nos hacen tanto mal y muertos aquellos,
tendremos menos enemigos. Su compañero, vieron se distrajo y anduvo en esta
villa en hábito eclesiástico de estudiante.
Martín Ongay, de 38 años,
vecino de Ujué, fue la mañana de San Juan a ver dos piezas que tenía en la muga
de San Martín, pues no había estado en ellas desde que las sembró. Habiendo
reconocido una de ellas, atravesó por encima para ir a la otra y a la vez
cerrar una senda que se cruza por dicha pieza. Se puso a cortar unas matas y
estando en este trabajo sintió mal olor.
Reparó en qué sería y vio que estaba descavado un poco del terreno y
parecía haber paño o ropa. Se acercó y
vio que estaban hirviendo cantidad de gusanos y como tanto hedía sospechó
habría algún difunto enterrado porque estaba la tierra algo cavada y matas
secas encima.
Visto esto se vino a la
villa y dio cuenta al señor alcalde.
Habiendo llegado la
noticia al alcalde y juez ordinario, Joan Phelipe, de que algún cadáver se
hallaba enterrado en los términos de la villa, junto a la muga de San Martín, a
200 pasos de ella y a 20 pasos del camino real que va de Ujué a San Martín, a
mano derecha, dispuso marchar al lugar, a las 7 de la mañana, junto con el
escribano, dos regidores, Domingo Mañeru y Cruzat Pérez Azcárate, cirujanos, y
varios vecinos más.
Cuando llegaron, Martín de
Ongay, mostró el puesto donde se hallaban los cadáveres y con un azadón los
descubrieron, hallando que eran dos, estaban boca abajo y tan hediondos que no
podía llegar nadie a ellos. No obstante el alcalde animó a los que estaban allá
que se habían de sacar y reconocer. Lo intentaron por tres veces pero los
cuerpos corrompían de manera que no se podían resistir. Los cirujanos dijeron
que si se sacaban, por causa de la corrupción, podría engendrarse alguna
enfermedad contagiosa, con lo cual el señor alcalde dejó dos guardas vigilando
y dio aviso a la Superioridad.
Ese mismo día Errazu pasó
a Elizondo por el regocijo con que se solemnizaba en aquel lugar el día de San
Juan, llevando en su compañía a Miguel
de Gastorena, su cuñado, y otros, y halló en Elizondo a Mendinueta, a quien le
pidió la causa de su ida. Éste le respondió que habiendo bajado a Tafalla se
encontró con unos tejeros, los cuales, habiéndole pedido para que les hiciese
compañía y les sacase hasta Villava se
fue con ellos. Por su trabajo le dieron un real de a ocho y como se halló tan
cercano a su casa, se fue a ver a su mujer e hijos.
Al cabo de dos días, vueltos
al punto, el alcalde de Uxue hizo descubrir los cuerpos para efecto de
reconocerlos. Pedro Ito, con unos paños mojados en vinagre y aceite de enebro,
los descubrió y sacó arrastrando con una cuerda, siendo ayudado por otros que
tiraban de ella.
Uno de de los difuntos se
halló vuelto el rostro hacia abajo, con calzones y ropilla de color oscuro, con
aforro de bayeta azul, podrido el vestido, parecía la hechura de este Reino
porque era de mezcla oscura y con botones por delante. Habiéndole desabrochado
se pudo examinar. Reconocido se halló tenía una herida que los cirujanos
declararon era penetrante en la cavidad vital, entre la 4ª y 5ª costillas
verdaderas que están asidas al hueso esternón a la parte de atrás abajo. El
rostro lo tenía tan gastado de manera que por él no se podía reconocer y el
cabello caído, que quedó en la tierra donde tenía asentada la cabeza; era pelo
negro y no muy largo.
Descubierto el otro, se
halló estaba con un jubón pardo, con botones menudos, parecía traje extranjero,
francés, porque estaba abierto por las espaldas. El señor alcalde ordenó se le
quitara y por su mandato se ha traído y tiene en su poder para el descubrimiento
y tener luz de quién deber ser los difuntos. Tenía también herida penetrante en
la cavidad vital, entre la 3ª y 4ª costillas falsas, a la parte derecha, y
porque estaban corrompidos no se puede certificar con qué se han dado las
heridas, si es con daga o espada, solo que por la camisa parece el instrumento
cortante.
Al parecer y según estaban
corruptos, señalaron que haría dos meses estaban difuntos y muertos. Ongay ya
observó que “se echa de ver por la tierra y puesto donde están y matas con que
estaban cubiertos, que ha mucho tiempo, porque están secas y una ilaga que
entre las dichas matas hay, al parecer, cuando se cortó, estaba y empezaba a
florecer, que suelen hacerlo a principios de abril”.
Tan podridos estaban que a
uno se le descoyuntó una pierna y al otro la cabeza de los hombros.
Con vinagre, aceite de
enebro y calcina los trajeron en dos artesas a la villa y los enterraron en la
iglesia y cementerio de Nuestra Señora de Ujué.
Las primeras declaraciones
y sospechas, hechas el mismo día, van dirigidas contra el par de mercaderes que
hacía unos días habían pasado por la villa, uno con hábito de estudiante y el
otro eunuco.
Se mandan requisitorias en
su búsqueda a los pueblos camino de Sangüesa. Así en la mandada a Cáseda se
señalan que uno es un mozo rojo capón que va vendiendo agujetas, agujas de
coser y cintas con otro compañero, moreno, con capote a lo provinciano y en los
lugares anda vestido de estudiante.
A finales de junio, el
alcalde de Cáseda prende a una persona
que halló en el hospital porque tenía algunas de las señas expresadas en la
requisitoria. Al tomarle declaración dijo llamarse Cosme de Vayle, de Estella,
de 30 años, es capón de ambas partes, viene de Ujué, llegó allí desde San
Martín y a ella desde Tafalla y que las últimas mercaderías tomó en Tafalla, en
las ferias, de un francés llamado Juan, que estaba con su botiga y después fue
a Tudela donde también compró y tomó albarán para su viaje, no ha tenido
noticia de las muertes.
Lo remite con el preboste,
con el terciado sin vaina (media espada), el zurronico que parece ser de
pellejo de ternero, una vara agujereada donde suele colgar las mercaderías
cuando anda vendiendo y una bolsilla con 45 reales de los que se han deducido
gastos de vigilancia, guarda, caballo y carcelaje.
En Uxue le piden declare
si es suya la media espada o terciado con un poco de sangre en la punta y otras
gotas más arriba; reconoce ser suya, y añade acostumbra a llevarla consigo de
camino, por los lugares, por si algún perro le salía a ofender para defenderse
de él y lo llevaba sin vaina; no sabe el testigo qué sangre sea ni él ha hecho
ningún mal a nadie. Lo deja en libertad.
El día de San Pedro,
Mendinueta fue al pueblo de Errazu y
comió con su compañero zapatero y quedaron concertados para ir juntos a
Pamplona a las fiestas de San Fermín. Para ello fue Errazu a Elizondo, y
Mendinueta le indicó siguiese a Pamplona, que él iría al día siguiente.
Mendinueta no cumplió en ir para el día
asignado y le remitió dos llaves con un herrador de Elizondo llamado Simón, una
de la tienda en que trabajaban y otra de una arquilla. Al otro día de la
corrida de los toros de Pamplona vino Errazu a solas a Ujué.
Los rumores de posibles
autores del doble asesinato corren por el pueblo. Al punto de la mañana del día
de San Fermín, el alcalde, por cierta noticia e indicios acerca de las muertes,
mandó aparecer a Martín de Cumba, el tejero, que con su declaración sobre el
trato que tuvo con Mendinueta sobre la capa de paño, desata todas las sospechas
contra Mendinueta, el zapatero gordo; Hernando Rey, el cortador de la
carnicería, que guardaba la ropa; Domingo de Mañeru, cirujano y arrendador de
la carnicería; y Martín López menor.
Es puesto en el calabozo
Hernando Rey y considerando con quién tenía más trato y comunicación echaron
sospecha en Domingo Mañeru y fueron en su busca con muchos vecinos a su casa.
Preguntaron a su mujer y dijo había ido a sangrar. Sin embargo reconocieron su
casa, la de su madre, la de Martín Çuría, su cuñado, la de don Pedro Phelipe y
la iglesia, en donde aunque se hicieron diligencias con todo cuidado, no pudo
ser hallado, luego se despacharon requisitorias a los lugares que confrontan y
próximos a Aragón pues señalan haberlo visto sierra abajo hacia Murillo el
Fruto.
Catalina Mateo relata las
llamadas de noche a su marido Martín López por parte de Rey y Mañeru, las
salidas nocturnas y la comida a base de perdices aportadas por Mendinueta.
Señala que no sabe dónde está su marido pues antes de San Juan se marchó a la
segadura.
Otro testigo menciona que se
encontró con López en la siega de la villa de Arguedas y al hablar del caso y
de su presunción de culpabilidad, le inquirió le dijese si se halló en las
muertes, a lo que López se puso muy triste y pensativo y entre lloros le contó
había estado con ellos a enterrarlos de noche y tomó el dinero a su mano.
Un testigo depone oyó a la
madre de Hernando Rey hablar mal de un zapatero llamado Joanes de Mendinueta
que le había perdido a su hijo y que eran cuatro los matadores y el delito lo
cometieron a las 7 u 8 de la mañana y aunque su hijo se halló en las muertes,
él no los mató ni puso mano en ellos, porque el uno de los cuatro mató al uno
de los difuntos con un arcabuzazo y al otro los compañeros le dieron de
puñaladas y que les quitaron mucho dinero y entre los cuatro lo partieron y les
cupo a 30 ducados y la partición hicieron entre unas matas o árboles.
Pedro de Yto, tejedor de
lienzos, y Pedro de Lesaca, herrero, señalan que cuando los cirujanos hicieron
el reconocimiento de las heridas que tenían los dos hombres muertos habiéndole hecho el cirujano Mañeru prueba al
hombre más dispuesto metiéndole por la herida que tenía, un palito, saltó
sangre por el otro lado, cayendo a la artesa y de ésta al suelo, sin embargo
que estaba el cuerpo tan corrompido. Esto les causó tal admiración que lo
comentaron ambos a la vuelta de Pamplona, cuando llevaron preso a Rey, y lo
tuvieron por caso de milagro y así lo platicaron entre ellos.
Se sentencia a Hernando
Rey, a ser puesto a cuestión de tormento y aquel se le dé reiteradas veces, al
albedrío de los alcaldes de la Corte, tam in capite propio quan a lieno,
quedando en su fuerza y vigor las probanzas e indicios de esta causa para que
la causa principal para todo aquello que hubiere lugar dentro.
Rey pide libertad en honor
de la Santa Pascua, a pesar de estar condenado a tormento, señalando que con
tan larga prisión se halla muy fatigado y en este negocio no hay parte.
A principios de año 1.943 el
fiscal acusa también a Mendinueta, Mañeru y López de la muerte de los randeros,
pero los tres están huidos.
Al fin, en marzo del 43,
se le condena a Hernando Rey a un año de destierro del Reino.
Domingo
Mañeru.- Hijo de Joan Mañeru, famoso cirujano de Uxue.
Antruejo.-
Los tres días del carnaval.
Randas.-
Encaje que se pone en los vestidos como adorno.
Paño burel.- Paño pardo rojizo, que se usaba, por los
labradores en días de fiesta y también para lutos.
Ropilla.-
Vestidura corta que llevaban los hombres en
el siglo
XVII sobre el jubón o encima de las armas. Era ésta una
prenda con mangas que se ceñía sobre los hombros de cuyos pliegues pendían por
lo general mangas sueltas. Por su parte, las mangas se adornaban a veces con
cuchilladas a través de las que veía la ropa interior.
Ferreruelo.-
Capa más bien corta, sin capilla.
Terliz. Tela de lino o algodón, fuerte, por lo
general de rayas o cuadros, y tejida con tres hilos.
Quedejas.-
Cabellera larga.
Rocho.- Pequeño
Terciado.- Espada, corta y ancha, que le falta una tercera parte de las de marca,
por lo cual se llamó así.
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ResponderEliminarHola Juanjo:
ResponderEliminarEn primer lugar enhorabuena por tus trabajos de investigación sobre Pitillas en las hemerotecas, y dado que antiguamente Pitillas era Uxue, agradezco tus publicaciones. Por si quieres ampliar más tu blog, puedes ojear http://www.todocoleccion.net/buscador.cfm?P=1&D=t, y encontrarás distintos documentos que te pueden servir para incrementar tu extensa publicación.
Saludos: Ignacio Zulet
Buenos días Iñaki:
EliminarGracias por tu sugerencia, creo que no he utilizado esa dirección para documentarme, por lo que creo me será muy útil.
Saludos. Juanjo