03 de julio de 1.938, domingo.
In
memoriam
A mi
querido hermano Juan Cruz Alli, héroe de Dios y de la Patria.
Fue el
19; aquel 19 de julio que marcó en la Historia patria el punto de partida de
una edad nueva con un exordio sin par, llenas las almas y henchidos los
corazones de afanes de inmortalidad y pasión de gloria.
Tú,
español de corazón y falangista en el difícil caminar de aquellos años duros,
saludaste el alborear de aquel día con un desbordamiento de entusiasmo que era
la expresión más fiel y el reflejo más cumplido del ansia vehemente de
redención y salvación que sentías para tu Patria idolatrada. Nuevo Quijote de
Dios y de tu dama, ESPAÑA, recibiste el espaldarazo con que quedaste armado
caballero, después de velar tus armas en la Plaza del Castillo; y fue la
primera empresa de tu escudo, a acción de Alfaro; gesta de gloria con la que
diste comienzo a una carrera cuyo final había de ser el descubrimiento del mar
latino en la carabela de tu Carro de combate, con el “nunc dimittis” final de
acción de gracias ante la ofrenda de tu vida al vislumbrar la pronta redención
de la Patria bien amada. Cruzando los anchos campos de la Vieja Castilla,
llegaste a los pies del Guadarrama, alcanzando en magnífica ascensión sus
peladas y nevadas crestas, dejando en la escalada y coronamiento del “Alto del
León” huellas imborrables de un valor que solo puede caber en el corazón de un
español y en el pecho de un navarro.
Héroe anónimo
durante tu estancia en Guadalajara, tu espíritu eminentemente batallador y
guerrero, en anhelo de superación buscó un puesto de honor entre los “Legionarios
de la Muerte” y en un carro de combate y de muerte, postrera ilusión de tu vida
militar, al que amabas con ternura infantil y al que llamabas con pasión de
enamorado “tu Carro”.
Después
de derramar tu corazón ante el Trono de María del Pilar y de recibir con su
bendición maternal la bendición de tu madre en la tierra, que en frase gráfica
tuya era tu mejor Madrina, dejando la “Ciudad de los Sitios” saliste rumbo al
mar, y después de ganar y domeñar con los soldados de España las regiones
irredentes de Aragón en los campos sedientos de Teruel y el Maestrazgo, que
volvía a vivir las gestas carlistas pasadas, llegaste a Vinaroz y Benicarló,
recibiendo con el beso del sol de un día de Viernes Santo memorable el beso y
las caricias de las aguas de un mar que volvía a ser el “Mare Nostrum” y, que
al ser de nuevo español, sonreía gozoso y arrullador, entonando la canción de
su libertad y adornándose con la alba vestidura de su espuma inmaculada en un
fondo de azul intenso. Allí, junto a aquellas ondas, que mansas y juguetonas
acariciaban tus pies llenos del polvo de los caminos de España, y entre
aquellas brisas que refrescaban tu frente, fijos tus ojos en la inmensidad del
mar, allí donde se confunde con la inmensidad del cielo azul entonaste el “nunc
dimittis” de acción de gracias y de renunciamiento de una vida en plena
floración y que iba a cortarse como un capullo fresco y fragante para adornar y
perfumar con él el altar de Dios y el altar de la Patria.
Legionario
de la Muerte te desposaste con ella y fue tu lecho imperial tu carro de combate
en la verde alfombra del campo levantino con un epitalamio d ametralladoras,
retumbar sordo de cañón y letal chasquido de metralla con perfumes de
naranjales y limoneros y negro humo de pólvora y dinamita. Así hiciste honor a
tu credo legionario de que “el morir en combate es el mayor honor”. Ante tu
Dios presentaste el haber de veintiún meses de sacrifico sin un desmayo, y la
ofrenda de una sangre vertida por Aquél que primero la vertió por ti, como tú
escribías.
Con legítimo
orgullo y con envidia santa te contemplamos los tuyos, siempre presente en nuestro
afán y en el deseo de unirnos a ti en la posesión de la Corona con que Dios
ciñe las sienes de sus mártires, corona de oro grana, como la sangre que hizo
verter el amo de Dios y el de la Patria. Así te vemos con los ojos de la fe y
del espíritu brillando por eternidades infinitas. Tu sangre unida a la de
Cristo sea como la de tantos otros, precio y rescate de la España pecadora y
levadura de la nueva y haga traer a esta Patria infortunada los frutos de la
paz de Cristo en el reino de Cristo.
Tomás
Alli (Requeté de Cristo-Rey)
Frente
de Cataluña y mayo del 38.
Diario
de Navarra. Nº 11.229
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