lunes, 5 de septiembre de 2016

PEQUEÑAS HISTORIAS


En octubre del año 1.811, durante la ocupación francesa, los de Napoleón utilizaron como cárcel, además de la Real de Pamplona, el convento de Recoletas. A estas prisiones traían, aparte de los consiguientes prisioneros de guerra, como medida de presión, a personas influyentes o de responsabilidad pública (alcaldes, regidores, justicias) de los pueblos que se habían negado o no habían conseguido acumular los víveres o dineros exigidos para ser entregados a las tropas invasoras. Algunos de ellos fueron liberados posteriormente, bien por haber entregado el pueblo la demanda de bienes que tenía hecha o por otra causa; pero otros muchos fueron deportados a Francia.
De algunos de estos prisioneros nunca más se supo de ellos, otros fueron liberados y volvieron a Pitillas algunos años más tarde de finalizada la guerra; otros tuvieron peor suerte y directamente, fueron fusilados en las mismas cárceles.
Entre los prisioneros que aparecen en las listas de la cárcel del convento de Recoletas y que fueron deportados a Francia, se encuentran los siguientes vecinos de Pitillas: Ramón Aristu, José Erdociáin, Ángel Erdociáin, Don Josef García, presbítero, Antonio Rey Goyen?, Francisco Zuazu y Francisco Echarri. Entre los fusilados en la cárcel de Recoletas se hallan  Vicente Cojeces Garrido y Vicente Egüés.

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Don Francisco de Goñi Sagüés, en su testamento de 1.909, legó diversas cantidades a algunas entidades, entre ellas: 1.000 pesetas a la iglesia parroquial de Pitillas, para que a juicio del cura párroco de ella se invirtieran en las necesidades más apremiantes de la misma; 500 pesetas a los pobres de la villa,  para que por vía de limosna, se repartieran entre los mismos por el cura párroco del pueblo; y otras  1.000 pesetas al Ayuntamiento de Pitillas para que las utilizara en una mejora de la villa a propuesta del Ayuntamiento, siempre que fuere aceptable, a juicio  exclusivo de los albaceas que nombró.
Estas mil pesetas fueron empleadas en la compra de una bomba de incendios que fue pagada por Joaquín Arraiza costando 965’14 pesetas, pues el resto hasta dicha cantidad donada, fue ingresado en las cuentas del Ayuntamiento de 1.916.

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Don José Cadena Eleta, siendo obispo de Vitoria, fue elegido senador del Reino por el Arzobispado de Burgos en las elecciones de abril de 1.909.
Teniendo necesidad de acudir a la Corte a realizar el juramento exigido por el Reglamento, previo a la toma del asiento en el Senado, cogió el tren rápido que iba a Madrid por la línea del Norte, el cual descarriló entre las estaciones de Yanguas y La Armuña (Segovia), a consecuencia de un desprendimiento de tierras producido por el tremendo temporal reinante en aquellos días.
A consecuencia del accidente murió el fogonero, fue herido gravemente el maquinista y levemente el conductor. Las demás personas que iban en el tren no sufrieron daño alguno y muchos de los viajeros que comían en el vagón restaurante cuando ocurrió el descarrilamiento (hacia las nueve menos cuarto), al quedar  interceptadas las puertas, tuvieron que salir por las ventanillas.
Tras el consiguiente susto y retraso de siete horas, el señor Obispo tomó posesión el 19 de mayo de 1.909.

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Santiago Lucus Aramendía, fusilado en Undiano durante la guerra civil, había estudiado hasta tercero de Teología en el Seminario de Pamplona. En el curso 1.920-1.921 marchó a Zaragoza a proseguir la carrera de Teología en el Seminario “San Francisco de Paula”.
Allí, como seminarista de los últimos cursos de carrera, fue nombrado Director o Inspector de los jóvenes seminaristas teólogos. Este cargo conllevaba la difícil tarea de mantener el orden, el horario y la disciplina entre los seminaristas noveles, además de tener que emitir un informe mensual de cada uno de los alumnos a su cargo, sobre su conducta y concretamente en lo referente a los apartados de piedad, aplicación, disciplina, carácter y vocación. Lucus mantuvo este puesto también durante el siguiente curso; quedando posteriormente vacante, pues se ordenó presbítero y marchó del seminario.
Durante estos dos años tuvo bajo sus órdenes a un jovencísimo estudiante seminarista llamado José María Escrivá Albás, entonces un desconocido, y posterior fundador de Opus Dei. Aunque los informes emitidos por Lucus sobre Escrivá no se han conservado y no se conoce su opinión directa, parece ser que las relaciones entre ambos no fueron buenas; según algunos biógrafos era patente la actitud de rechazo y animadversión del Inspector. De hecho, el Director General del Seminario le comentó a Escrivá que sus profesores estaban muy satisfechos con él y de sus altas calificaciones, pero Santiago Lucus le comentaba que resultaba un tanto altivo en el trato con sus compañeros, a los que parecía ignorar o relegar.
Los tres cursos siguientes, José María Escrivá ejerció el cargo de Inspector de los teólogos.

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En agosto de 1.930 el “Aurora” marcillés, reforzado, vence por dos goles a uno al “Club Deportivo Pitillés” quién formó con la siguiente lineación: Oíza; Abete, Sagardoy; Berrade, Goizueta, Pascual; Huarte, Ricardo, García, Ramón Hualde, Anaut.

Empieza el partido a las órdenes del señor Mendicoa. Saca un córner Anaut, corto y cerrado, para que el Sr. Aire (que juega fuerte) se encargue de conseguir el primer goal para los rojillos. Los de Marcilla se lanzan a conseguir el empate, pero los defensas contrarios cortan el avance, sirven el balón a Goizueta, éste lo pasa a Anaut, se adentra, dribla a un contrario y centra, Hualde lo recoge y empalma un chut fantástico que el portero logra detener, pero dentro de la puerta. Mendicoa lo anula por creer que un jugador pitillés estaba en fuera de juego; el mismo portero confesó que no estaba de acuerdo con la decisión del árbitro.
En el segundo tiempo el juego es nivelado. Oíza en una estupenda parada es abucheado. Bonita jugada en el centro del campo que la decide de un buen chut un medio centro marcillés, Oíza sale a recoger el balón que marcha fuera y lo deja pasar, un muchacho que está fuera de la puerta lo introduce en ella con las manos. El árbitro concede el goal, los de Pitillas protestan, pero nada consiguen.
El tiempo reglamentario ha pasado, pero el árbitro no pita el final. Candidín recoge el balón, adelanta, dribla a un defensa y desde dos metros empalma un enorme chut que Oíza, en emocionante parada, desvía el balón, pero pega en el lateral y entra. Seguidamente, el señor Mendicoa da por terminado el encuentro.
Además de los ya señalados futbolistas, también aparecen en otras alineaciones de estas fechas Ayerdi, Vallés,  Luri, Pejenaute, Peralta, Azagra, Manolo, Garde, Rey y Luis.

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