En octubre del año 1.811, durante la ocupación francesa, los de Napoleón
utilizaron como cárcel, además de la Real de Pamplona, el convento de
Recoletas. A estas prisiones traían, aparte de los consiguientes prisioneros de
guerra, como medida de presión, a personas influyentes o de responsabilidad
pública (alcaldes, regidores, justicias) de los pueblos que se habían negado o
no habían conseguido acumular los víveres o dineros exigidos para ser
entregados a las tropas invasoras. Algunos de ellos fueron liberados
posteriormente, bien por haber entregado el pueblo la demanda de bienes que
tenía hecha o por otra causa; pero otros muchos fueron deportados a Francia.
De algunos de estos prisioneros nunca más se supo de ellos, otros fueron
liberados y volvieron a Pitillas algunos años más tarde de finalizada la guerra;
otros tuvieron peor suerte y directamente, fueron fusilados en las mismas
cárceles.
Entre los prisioneros que aparecen en las listas de la cárcel del
convento de Recoletas y que fueron deportados a Francia, se encuentran los
siguientes vecinos de Pitillas: Ramón Aristu, José Erdociáin, Ángel Erdociáin,
Don Josef García, presbítero, Antonio Rey Goyen?, Francisco Zuazu y Francisco
Echarri. Entre los fusilados en la cárcel de Recoletas se hallan Vicente Cojeces Garrido y Vicente Egüés.
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Don Francisco de Goñi
Sagüés, en su testamento de 1.909, legó diversas cantidades a algunas entidades,
entre ellas: 1.000 pesetas a la iglesia parroquial de Pitillas, para que a
juicio del cura párroco de ella se invirtieran en las necesidades más
apremiantes de la misma; 500 pesetas a los pobres de la villa, para que por vía de limosna, se repartieran
entre los mismos por el cura párroco del pueblo; y otras 1.000 pesetas al Ayuntamiento de Pitillas para
que las utilizara en una mejora de la villa a propuesta del Ayuntamiento,
siempre que fuere aceptable, a juicio
exclusivo de los albaceas que nombró.
Estas mil pesetas fueron
empleadas en la compra de una bomba de incendios que fue pagada por Joaquín Arraiza
costando 965’14 pesetas, pues el resto hasta dicha cantidad donada, fue
ingresado en las cuentas del Ayuntamiento de 1.916.
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Don José Cadena Eleta,
siendo obispo de Vitoria, fue elegido senador del Reino por el Arzobispado de
Burgos en las elecciones de abril de 1.909.
Teniendo necesidad de acudir
a la Corte a realizar el juramento exigido por el Reglamento, previo a la toma
del asiento en el Senado, cogió el tren rápido que iba a Madrid por la línea
del Norte, el cual descarriló entre las estaciones de Yanguas y La Armuña (Segovia),
a consecuencia de un desprendimiento de tierras producido por el tremendo
temporal reinante en aquellos días.
A consecuencia del
accidente murió el fogonero, fue herido gravemente el maquinista y levemente el
conductor. Las demás personas que iban en el tren no sufrieron daño alguno y muchos
de los viajeros que comían en el vagón restaurante cuando ocurrió el
descarrilamiento (hacia las nueve menos cuarto), al quedar interceptadas las puertas, tuvieron que salir
por las ventanillas.
Tras el consiguiente susto
y retraso de siete horas, el señor Obispo tomó posesión el 19 de mayo de 1.909.
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Santiago Lucus Aramendía,
fusilado en Undiano durante la guerra civil, había estudiado hasta tercero de Teología
en el Seminario de Pamplona. En el curso 1.920-1.921 marchó a Zaragoza a
proseguir la carrera de Teología en el Seminario “San Francisco de Paula”.
Allí, como seminarista de
los últimos cursos de carrera, fue nombrado Director o Inspector de los jóvenes
seminaristas teólogos. Este cargo conllevaba la difícil tarea de mantener el
orden, el horario y la disciplina entre los seminaristas noveles, además de
tener que emitir un informe mensual de cada uno de los alumnos a su cargo, sobre
su conducta y concretamente en lo referente a los apartados de piedad, aplicación,
disciplina, carácter y vocación. Lucus mantuvo este puesto también durante el
siguiente curso; quedando posteriormente vacante, pues se ordenó presbítero y
marchó del seminario.
Durante estos dos años
tuvo bajo sus órdenes a un jovencísimo estudiante seminarista llamado José
María Escrivá Albás, entonces un desconocido, y posterior fundador de Opus Dei.
Aunque los informes emitidos por Lucus sobre Escrivá no se han conservado y no
se conoce su opinión directa, parece ser que las relaciones entre ambos no
fueron buenas; según algunos biógrafos era patente la actitud de rechazo y
animadversión del Inspector. De hecho, el Director General del Seminario le
comentó a Escrivá que sus profesores estaban muy satisfechos con él y de sus
altas calificaciones, pero Santiago Lucus le comentaba que resultaba un tanto
altivo en el trato con sus compañeros, a los que parecía ignorar o relegar.
Los tres cursos
siguientes, José María Escrivá ejerció el cargo de Inspector de los teólogos.
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En agosto de 1.930 el “Aurora” marcillés, reforzado,
vence por dos goles a uno al “Club Deportivo Pitillés” quién formó con la
siguiente lineación: Oíza; Abete,
Sagardoy; Berrade, Goizueta, Pascual; Huarte, Ricardo, García, Ramón Hualde,
Anaut.
Empieza el
partido a las órdenes del señor Mendicoa. Saca un córner Anaut, corto y
cerrado, para que el Sr. Aire (que juega fuerte) se encargue de conseguir el
primer goal para los rojillos. Los de Marcilla se lanzan a conseguir el empate,
pero los defensas contrarios cortan el avance, sirven el balón a Goizueta, éste
lo pasa a Anaut, se adentra, dribla a un contrario y centra, Hualde lo recoge y
empalma un chut fantástico que el portero logra detener, pero dentro de la
puerta. Mendicoa lo anula por creer que un jugador pitillés estaba en fuera de
juego; el mismo portero confesó que no estaba de acuerdo con la decisión del
árbitro.
En el
segundo tiempo el juego es nivelado. Oíza en una estupenda parada es abucheado.
Bonita jugada en el centro del campo que la decide de un buen chut un medio
centro marcillés, Oíza sale a recoger el balón que marcha fuera y lo deja
pasar, un muchacho que está fuera de la puerta lo introduce en ella con las
manos. El árbitro concede el goal, los de Pitillas protestan, pero nada
consiguen.
El tiempo
reglamentario ha pasado, pero el árbitro no pita el final. Candidín recoge el
balón, adelanta, dribla a un defensa y desde dos metros empalma un enorme chut
que Oíza, en emocionante parada, desvía el balón, pero pega en el lateral y
entra. Seguidamente, el señor Mendicoa da por terminado el encuentro.
Además de
los ya señalados futbolistas, también aparecen en otras alineaciones de estas
fechas Ayerdi, Vallés, Luri, Pejenaute,
Peralta, Azagra, Manolo, Garde, Rey y Luis.
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