martes, 9 de septiembre de 2025

 LA CAPILLA DEL MARQUES DE CORTES EN LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE 

PITILLAS


Año nuevo de 1606. Hacía poco tiempo que se había inaugurado el cuerpo de la “nueva” iglesia delimitada externamente por un friso con moldura cóncava, se estaba terminando de montar la nueva portalada y el coro y, solamente quedaba por dilucidar el emplazamiento y construcción de la torre.

En esta situación, el marqués de Cortes, don Miguel de Navarra Mauleón, bajo el argumento de una incomodidad física debida a la estrechez del espacio existente en la capilla colateral de la parte del evangelio, donde establecía su tribuna y asientos para su familia en los actos religiosos, propone al señor obispo de Pamplona, Fray Mateo de Burgos, construir una capilla adjunta a la iglesia. Para ello plantea intervenir en la pared que va desde la grada hasta la testera, abriendo dos arcos, uno en el tramo que va desde el escalón al estribo que está en medio del muro, y otro, en el trecho que sale desde el estribo hasta el frontis. Finalmente, para cerrar el espacio, levantar dos paredes en el hueco que hay para afuera. Añade que todo el gasto que se hubiera de invertir en la fábrica lo haría a su costa y además daría a la iglesia parroquial, para su primicia y fábrica, 200 ducados.

Catálogo monumental de la Merindad de Olite

La incomodidad, verdaderamente debía ser mental. Su objetivo era habilitar un espacio aislado para uso personal en la asistencia a los actos religiosos, acercarse al celebrante para recibir con más fuerza la gracia divina y utilizar el espacio para sepultura de familiares. En realidad, no quería mezclarse con el pueblo llano, pues se supone que la nueva iglesia sería mayor que la anterior. Además, con la obra pretendería mostrar su poder ante el pueblo con el que aquellos años dilucidaba la posesión de las tierras pecheras, de las que finalmente se adueñó.

El señor obispo, tras una visita ocular, considera justa la petición y no viniendo ningún perjuicio a la iglesia, antes bien provecho, pues quedará más adornada, le da licencia y facultad para su construcción. Previamente se realizará un reconocimiento de la pared afectada por medio de maestros canteros, al cual se hallarán presentes el vicario, los primicieros y el alcalde de la villa. Una vez realizada la declaración de no tener efectos negativos la abertura de los arcos, se pueda levantar la capilla. Y como última condición señala que los 200 ducados se pondrán a plazo en parte segura, sin que su principal se gaste, sino solamente el rédito, de modo que cuando la capilla tuviere necesidad de algún reparo se haga con los intereses que produzca, y lo que sobrare de ellos, los goce la iglesia.

El marqués, haciendo ostentación de la licencia concedida y para cumplir con lo ordenado en ella, como es nombrar maestros canteros para el reconocimiento de la pared, se reúne con Antón Martínez, alcalde, y Pedro Sarría, primiciero de la iglesia parroquial, faltando a su otorgamiento el vicario, Pedro de Abaurrea, por estar enfermo en cama. De común acuerdo y conformidad, nombran a Pedro Laval, Miguel de Echeberría y Domingo de Elberdín, maestros canteros que residen en las villas de Olite, Úcar y Tiebas.

Estos, bajo juramento ante el escribano, tras un reconocimiento exhaustivo, declaran que las paredes y estribos de la iglesia no tendrán detrimento ni perjuicio y que se pueden practicar las aberturas que contiene la licencia, con la condición de que hayan de quedar los estribos sanos y enteros, sin tocarse en ellos cosa alguna.

Días más tarde, se reúnen en la casa y palacio de Pitillas el marqués y Antón Martínez, alcalde, Domingo Aldave, Pascual Salvador, Simón Francés y Miguel Thomás, jurados. El marqués les requiere permiso para poner en ejecución la licencia de obra. El regimiento, para curarse en salud, le exponen que antes pretenden juntar concejo, con el fin de tratar en él si podría traer algún inconveniente o perjuicio la ejecución de la obra, y para que, si se edificaba, fuese con voluntad de todos los vecinos y concejo de la villa.

Juntado el concejo, acuerdan remitir la licencia al titulado Otegui, abogado y letrado pensionado de la villa, para que viese el contenido y diese su parecer. Según dicho letrado, no había inconveniente ninguno, precedidos los requisitos ya efectuados, excepto la última parte de la licencia en la que se expresa que si la capilla, después de acabada, tuviere necesidad de algún reparo, se ejecutase con el rédito de los 200 ducados y lo que sobrare de ellos, los gozase la iglesia. De este proceder, según el licenciado, el marqués no daba nada, pues se podían invertir el total de los intereses anuales en el arreglo de su capilla, no quedando nada en beneficio del resto de la iglesia. Por el contrario, había que acordar con el marqués el que quedase obligado a reparar la capilla con sus bienes y rentas, destinando los réditos en la fábrica de la iglesia. El marqués, por complacer a la villa y vecinos de ella, aceptó la propuesta sin dilación.

El 18 de marzo de 1606, en la casa y palacio de Pitillas, el marqués de Cortes expresó su propósito de construir una capilla con su remate de cornisa, y para ello tenía licencia del señor obispo y otorgada escritura con la villa, alcalde y jurados de ella, cuyos cimientos de la capilla están recibidos y asentados. Debía ser levantada a la altura que está la sacristía de la iglesia, de piedra labrada de sillería y en la pared de la capilla que se arrima al altar, se había de situar una ventana de una vara (0’785 m.) de larga y una tercia de ancha. Y acabadas las paredes se debían abrir un arco y una ventana en la pared del altar, del lado del evangelio (hasta ahora se hablaba de dos arcos). Estando allí presente Miguel de Celaia, cantero, vecino de Vera, dijo que él se encargaba de edificar la capilla, acabándola para el día del señor Santiago de este presente año y poniendo todo lo necesario de piedra, cal y demás materiales y maniobreros. Por su parte, el marqués ofreció darle 50 ducados en cuanto comenzase a trabajar, otros 50 ducados una vez que la levantara hasta su mitad y lo restante, como fin de pago, lo que montare la cuenta que se sacará una vez acabadas las paredes de la capilla, contando a razón de 10 ducados la brazada (aproximadamente 4 m2), y lo que importare el abrir el arco y la ventana, según el tiempo que en ello se ocupare, mereciere y declararen dos maestros canteros nombrados de conformidad por ambas partes. 

Firmas del marqués y del cantero en el contrato de la obra

El día de San Andrés, último del mes de noviembre de 1606 fue estimada la obra de cantería de la capilla del marqués construida y acabada por Miguel de Celaia. No sabemos la cantidad pagada por el marqués.

 

El 27 de junio de 1613, el fiscal del Obispado de Pamplona denuncia que le ha llegado la noticia de que hace 7 años que los primicieros de Pitillas debían haber cobrado del señor marqués de Cortes 200 ducados para beneficio de la fábrica de la iglesia a consecuencia de la capilla que edificó en ella y se comprometió a entregar. Y por no haberlos exigido y puesto a censo en 7 años que han transcurrido, está defraudada la iglesia en 84 ducados, por falta y culpa de los primicieros.

Se manda, pena de excomunión, que los primicieros hagan fe de las diligencias que han practicado en la cobranza de los 200 ducados, o si tuviesen causas justas para no cumplir con ello, se presenten a juicio a alegarlas ante el vicario general del Obispado, bien en persona o mediante procurador.

El 4 de julio de 1613, Gabriel de Oteiza, procurador de Juan Aldave, primiciero actual, se presenta ante el vicario general del Obispado, declarando que siendo cierto lo relatado, por llevar Aldave poco tiempo ejerciendo el cargo, no más de seis meses, y que tampoco los primicieros que antes lo han sido han cobrado los 200 ducados ni parte alguna de ellos, pues todos han disimulado, entendiendo que el marqués, cumpliendo su obligación, los hubiera pagado antes de ahora, solicita se le exonere a su representado de la denuncia y pide se acuse de ello al marqués, que es el autor de la deuda.

Pocos días después, Gabriel de Oteiza, acude nuevamente ante el provisor general del Obispado proponiendo un plan. Relata que, en la fábrica de la iglesia, hace varios años, se había comenzado una obra nueva (la torre) y no se puede proseguir en ella por estar la iglesia muy endeudada y por ello no puede cumplir con la obligación que tiene dada al cantero de proporcionarle 100 ducados cada año. Viendo el notable daño que se causa a la iglesia al quedar la obra paralizada, pues el cantero no quiere poner mano en ella por debérsele más de 600 ducados de plazos corridos, han tratado con el marqués de Cortes para que aporte directamente al cantero los 200 ducados y sus réditos, quien se ha comprometido a efectuar luego el desembolso y, a su vez, el cantero se obligará a acabar la obra en mucho menos tiempo.

Para justificar la incapacidad de pago de la iglesia al cantero, certifican que, en el año pasado y su trienio, estuvo arrendada la primicia en 51 ducados en dinero y 30 robos de trigo anuales que se dan de sueldo al sacristán, y en el presente trienio en la suma de 94 ducados y 30 robos de trigo para el sacristán, y con dicha cantidad, apenas se cubren los gastos ordinarios de reparos que tiene la iglesia.

El fiscal del Obispado se aviene a lo propuesto por los primicieros atento a que parece que el marqués quiere aportar los 200 ducados e intereses y el cantero se allana a volver a trabajar una vez los reciba. Por ello propone se les dé licencia a los primicieros para que se realice el plan formulado; pues, de esta manera, se solucionarán dos problemas, se cobrará el dinero del señor marqués y se podrá finalizar la obra. Eso sí, siempre que los vecinos se allanen a ello y con la condición obligatoria de devolver y poner a censo otros 200 ducados provenientes de la primicia a fin de compensar el adelanto que se le hace.

El vicario general, de acuerdo con lo relatado por el fiscal, concede licencia y permiso para efectuar el pago al cantero y que de todo esto y de la carta de pago que diere el cantero en favor de la iglesia, se ponga una copia en el libro de visitas, para que les conste a los inspectores y se den las cuentas de la iglesia conforme a ella.

 

En 1737 se plantea un pleito, de los marqueses de Cortes contra el alcalde, regidores, vecinos y concejo de Pitillas. Dicen los demandantes que, perteneciente a su marquesado gozan en la villa de Pitillas de un palacio y en su parroquial poseen altar y capilla con asientos y sepulcro privativo, al cual, según costumbre, se lleva todos los años cera y ofrenda de dos robos de trigo los días de Todos los Santos y Ánimas; y para poner y sacar la cera, siempre han ido las criadas del palacio por medio de la iglesia, sin que lo hayan impedido el alcalde, regidores, vecinos y concejo hasta que el día de Ánimas del año pasado de 1736, yendo con la cera una hija de Pedro Barásoain, administrador del palacio, halló la novedad de que no podía pasar a la capilla por el paraje acostumbrado, porque de orden de la villa o  del alcalde se había atravesado un banco, en el cual se sentaron el alcalde y regidores, dejando libre el que en realidad les corresponde, por lo que dicha mujer hubo de ir por detrás. Pasado dicho día se quitó el banco de marras; en cuyas circunstancias no se puede consentir se haga novedad. No continuó el pleito.

 

Cincuenta años más tarde, en 1787, es el patronato de la iglesia de Pitillas y el duque de Granada quienes para dilucidar de quién es la capilla con su arco o portalada y reja de madera, a la mano izquierda del altar mayor, comprometen el asunto a dos licenciados de los Tribunales Reales y un tercero en caso de discordia. Ambas partes pretenden ser sus dueños. El patronato de la iglesia expone ser suya propia, aunque “algunos ignorantes llaman la capilla del duque de Granada, porque en ella dicen está enterrado un ascendiente suyo” (anotar que Leonor Navarra Mauleón murió en 1611 en Pitillas). No sabemos su resolución.

 

En 1877 se formaliza una escritura inventariando los bienes que el duque de Granada y Ega tiene en Pitillas y, aunque no se inscribe entre ellos la capilla de la iglesia, por falta de título anterior de inscripción, se describe como situada en el lado del evangelio, su puerta es verja de hierros, tiene una ventana de un metro cuadrado que da al altar mayor y sus medidas, por la parte más larga es de 23 pies (261,67 mm.) aproximadamente y por la más ancha 22 pies. (En total unos 34 m2)

 

Finalmente, en 1913, el párroco Emilio Arbeloa, escribe que las 2.500 pesetas que el señor arzobispo don José Cadena Eleta obtuvo de una testamentaria para la parroquia de Pitillas, las gastó en obras realizadas en la capilla del duque (no especifica cuáles), telas diversas para ornamentos y otros elementos de culto; y en agradecimiento por ello, hizo bordar en el palio nuevo el escudo de armas del arzobispo.

No sabemos cuándo se abrió la puerta por la que actualmente se entra a la capilla directamente desde el exterior, la ocultación del arco y ventana, ni la obra del cielo raso, ahora retirado.

* Primicia: contribución del pueblo cristiano al mantenimiento y obras de la iglesia; habitualmente se pagaba de 40 partes una. Normalmente se arrendaba el derecho de cobro mediante subasta, por tres años, calculando uno estéril y dos fértiles. Administraban estos bienes y daban sus cuentas dos primicieros, uno eclesiástico y otro seglar.