LA CAPILLA DEL MARQUES DE CORTES EN LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE
PITILLAS
Año nuevo de 1606. Hacía poco
tiempo que se había inaugurado el cuerpo de la “nueva” iglesia delimitada
externamente por un friso con moldura cóncava, se estaba terminando de montar
la nueva portalada y el coro y, solamente quedaba por dilucidar el emplazamiento
y construcción de la torre.
En esta situación, el marqués de
Cortes, don Miguel de Navarra Mauleón, bajo el argumento de una incomodidad
física debida a la estrechez del espacio existente en la capilla colateral de
la parte del evangelio, donde establecía su tribuna y asientos para su familia
en los actos religiosos, propone al señor obispo de Pamplona, Fray Mateo de
Burgos, construir una capilla adjunta a la iglesia. Para ello plantea
intervenir en la pared que va desde la grada hasta la testera, abriendo dos
arcos, uno en el tramo que va desde el escalón al estribo que está en medio del
muro, y otro, en el trecho que sale desde el estribo hasta el frontis.
Finalmente, para cerrar el espacio, levantar dos paredes en el hueco que hay
para afuera. Añade que todo el gasto que se hubiera de invertir en la fábrica
lo haría a su costa y además daría a la iglesia parroquial, para su primicia y
fábrica, 200 ducados.
Catálogo
monumental de la Merindad de Olite
La incomodidad, verdaderamente
debía ser mental. Su objetivo era habilitar un espacio aislado para uso personal
en la asistencia a los actos religiosos, acercarse al celebrante para recibir con
más fuerza la gracia divina y utilizar el espacio para sepultura de familiares.
En realidad, no quería mezclarse con el pueblo llano, pues se supone que la
nueva iglesia sería mayor que la anterior. Además, con la obra pretendería mostrar
su poder ante el pueblo con el que aquellos años dilucidaba la posesión de las
tierras pecheras, de las que finalmente se adueñó.
El señor obispo, tras una visita
ocular, considera justa la petición y no viniendo ningún perjuicio a la iglesia,
antes bien provecho, pues quedará más adornada, le da licencia y facultad para su
construcción. Previamente se realizará un reconocimiento de la pared afectada por
medio de maestros canteros, al cual se hallarán presentes el vicario, los primicieros
y el alcalde de la villa. Una vez realizada la declaración de no tener efectos
negativos la abertura de los arcos, se pueda levantar la capilla. Y como última
condición señala que los 200 ducados se pondrán a plazo en parte segura, sin
que su principal se gaste, sino solamente el rédito, de modo que cuando la
capilla tuviere necesidad de algún reparo se haga con los intereses que
produzca, y lo que sobrare de ellos, los goce la iglesia.
El marqués, haciendo ostentación
de la licencia concedida y para cumplir con lo ordenado en ella, como es nombrar
maestros canteros para el reconocimiento de la pared, se reúne con Antón
Martínez, alcalde, y Pedro Sarría, primiciero de la iglesia parroquial,
faltando a su otorgamiento el vicario, Pedro de Abaurrea, por estar enfermo en
cama. De común acuerdo y conformidad, nombran a Pedro Laval, Miguel de
Echeberría y Domingo de Elberdín, maestros canteros que residen en las villas
de Olite, Úcar y Tiebas.
Estos, bajo juramento ante el
escribano, tras un reconocimiento exhaustivo, declaran que las paredes y
estribos de la iglesia no tendrán detrimento ni perjuicio y que se pueden practicar
las aberturas que contiene la licencia, con la condición de que hayan de quedar
los estribos sanos y enteros, sin tocarse en ellos cosa alguna.
Días más tarde, se reúnen en la
casa y palacio de Pitillas el marqués y Antón Martínez, alcalde, Domingo Aldave,
Pascual Salvador, Simón Francés y Miguel Thomás, jurados. El marqués les
requiere permiso para poner en ejecución la licencia de obra. El regimiento, para
curarse en salud, le exponen que antes pretenden juntar concejo, con el fin de
tratar en él si podría traer algún inconveniente o perjuicio la ejecución de la
obra, y para que, si se edificaba, fuese con voluntad de todos los vecinos y
concejo de la villa.
Juntado el concejo, acuerdan
remitir la licencia al titulado Otegui, abogado y letrado pensionado de la
villa, para que viese el contenido y diese su parecer. Según dicho letrado, no
había inconveniente ninguno, precedidos los requisitos ya efectuados, excepto
la última parte de la licencia en la que se expresa que si la capilla, después
de acabada, tuviere necesidad de algún reparo, se ejecutase con el rédito de
los 200 ducados y lo que sobrare de ellos, los gozase la iglesia. De este
proceder, según el licenciado, el marqués no daba nada, pues se podían invertir
el total de los intereses anuales en el arreglo de su capilla, no quedando nada
en beneficio del resto de la iglesia. Por el contrario, había que acordar con
el marqués el que quedase obligado a reparar la capilla con sus bienes y rentas,
destinando los réditos en la fábrica de la iglesia. El marqués, por complacer a
la villa y vecinos de ella, aceptó la propuesta sin dilación.
El 18 de marzo de 1606, en la
casa y palacio de Pitillas, el marqués de Cortes expresó su propósito de construir
una capilla con su remate de cornisa, y para ello tenía licencia del señor
obispo y otorgada escritura con la villa, alcalde y jurados de ella, cuyos
cimientos de la capilla están recibidos y asentados. Debía ser levantada a la
altura que está la sacristía de la iglesia, de piedra labrada de sillería y en
la pared de la capilla que se arrima al altar, se había de situar una ventana de
una vara (0’785 m.) de larga y una tercia de ancha. Y acabadas las paredes se debían
abrir un arco y una ventana en la pared del altar, del lado del evangelio (hasta
ahora se hablaba de dos arcos). Estando allí presente Miguel de Celaia,
cantero, vecino de Vera, dijo que él se encargaba de edificar la capilla, acabándola
para el día del señor Santiago de este presente año y poniendo todo lo
necesario de piedra, cal y demás materiales y maniobreros. Por su parte, el
marqués ofreció darle 50 ducados en cuanto comenzase a trabajar, otros 50
ducados una vez que la levantara hasta su mitad y lo restante, como fin de
pago, lo que montare la cuenta que se sacará una vez acabadas las paredes de la
capilla, contando a razón de 10 ducados la brazada (aproximadamente 4 m2),
y lo que importare el abrir el arco y la ventana, según el tiempo que en ello
se ocupare, mereciere y declararen dos maestros canteros nombrados de
conformidad por ambas partes.
Firmas
del marqués y del cantero en el contrato de la obra
El día de San Andrés, último del
mes de noviembre de 1606 fue estimada la obra de cantería de la capilla del
marqués construida y acabada por Miguel de Celaia. No sabemos la cantidad
pagada por el marqués.
El 27 de junio de 1613, el fiscal
del Obispado de Pamplona denuncia que le ha llegado la noticia de que hace 7
años que los primicieros de Pitillas debían haber cobrado del señor marqués de
Cortes 200 ducados para beneficio de la fábrica de la iglesia a consecuencia de
la capilla que edificó en ella y se comprometió a entregar. Y por no haberlos exigido
y puesto a censo en 7 años que han transcurrido, está defraudada la iglesia en
84 ducados, por falta y culpa de los primicieros.
Se manda, pena de excomunión, que
los primicieros hagan fe de las diligencias que han practicado en la cobranza
de los 200 ducados, o si tuviesen causas justas para no cumplir con ello, se
presenten a juicio a alegarlas ante el vicario general del Obispado, bien en
persona o mediante procurador.
El 4 de julio de 1613, Gabriel de
Oteiza, procurador de Juan Aldave, primiciero actual, se presenta ante el
vicario general del Obispado, declarando que siendo cierto lo relatado, por llevar
Aldave poco tiempo ejerciendo el cargo, no más de seis meses, y que tampoco los
primicieros que antes lo han sido han cobrado los 200 ducados ni parte alguna
de ellos, pues todos han disimulado, entendiendo que el marqués, cumpliendo su
obligación, los hubiera pagado antes de ahora, solicita se le exonere a su
representado de la denuncia y pide se acuse de ello al marqués, que es el autor
de la deuda.
Pocos días después, Gabriel de
Oteiza, acude nuevamente ante el provisor general del Obispado proponiendo un
plan. Relata que, en la fábrica de la iglesia, hace varios años, se había comenzado
una obra nueva (la torre) y no se puede proseguir en ella por estar la iglesia
muy endeudada y por ello no puede cumplir con la obligación que tiene dada al
cantero de proporcionarle 100 ducados cada año. Viendo el notable daño que se
causa a la iglesia al quedar la obra paralizada, pues el cantero no quiere
poner mano en ella por debérsele más de 600 ducados de plazos corridos, han
tratado con el marqués de Cortes para que aporte directamente al cantero los
200 ducados y sus réditos, quien se ha comprometido a efectuar luego el
desembolso y, a su vez, el cantero se obligará a acabar la obra en mucho menos
tiempo.
Para justificar la incapacidad de
pago de la iglesia al cantero, certifican que, en el año pasado y su trienio,
estuvo arrendada la primicia en 51 ducados en dinero y 30 robos de trigo anuales
que se dan de sueldo al sacristán, y en el presente trienio en la suma de 94
ducados y 30 robos de trigo para el sacristán, y con dicha cantidad, apenas se
cubren los gastos ordinarios de reparos que tiene la iglesia.
El fiscal del Obispado se aviene
a lo propuesto por los primicieros atento a que parece que el marqués quiere aportar
los 200 ducados e intereses y el cantero se allana a volver a trabajar una vez
los reciba. Por ello propone se les dé licencia a los primicieros para que se realice
el plan formulado; pues, de esta manera, se solucionarán dos problemas, se cobrará
el dinero del señor marqués y se podrá finalizar la obra. Eso sí, siempre que
los vecinos se allanen a ello y con la condición obligatoria de devolver y
poner a censo otros 200 ducados provenientes de la primicia a fin de compensar
el adelanto que se le hace.
El vicario general, de acuerdo
con lo relatado por el fiscal, concede licencia y permiso para efectuar el pago
al cantero y que de todo esto y de la carta de pago que diere el cantero en
favor de la iglesia, se ponga una copia en el libro de visitas, para que les
conste a los inspectores y se den las cuentas de la iglesia conforme a ella.
En 1737 se plantea un pleito, de
los marqueses de Cortes contra el alcalde, regidores, vecinos y concejo de
Pitillas. Dicen los demandantes que, perteneciente a su marquesado gozan en la villa de
Pitillas de un palacio y en su parroquial poseen altar y capilla con asientos y
sepulcro privativo, al cual, según costumbre, se lleva todos los años cera y ofrenda
de dos robos de trigo los días de Todos los Santos y Ánimas; y para poner y
sacar la cera, siempre han ido las criadas del palacio por medio de la iglesia,
sin que lo hayan impedido el alcalde, regidores, vecinos y concejo hasta que el
día de Ánimas del año pasado de 1736, yendo con la cera una hija de Pedro
Barásoain, administrador del palacio, halló la novedad de que no podía pasar a
la capilla por el paraje acostumbrado, porque de orden de la villa o del alcalde se había atravesado un banco, en
el cual se sentaron el alcalde y regidores, dejando libre el que en realidad les
corresponde, por lo que dicha mujer hubo de ir por detrás. Pasado dicho día se
quitó el banco de marras; en cuyas circunstancias no se puede consentir se haga
novedad. No continuó el pleito.
Cincuenta años más tarde, en 1787, es el patronato de la
iglesia de Pitillas y el duque de Granada quienes para dilucidar de quién es la
capilla con su arco o portalada
y reja de madera, a la mano izquierda del altar mayor, comprometen el asunto a
dos licenciados de los Tribunales Reales y un tercero en caso de discordia. Ambas
partes pretenden ser sus dueños. El patronato de la iglesia expone ser suya
propia, aunque “algunos ignorantes llaman la capilla del duque de Granada,
porque en ella dicen está enterrado un ascendiente suyo” (anotar que Leonor
Navarra Mauleón murió en 1611 en Pitillas). No sabemos su resolución.
En 1877 se formaliza una
escritura inventariando los bienes que el duque de Granada y Ega tiene en
Pitillas y, aunque no se inscribe entre ellos la capilla de la iglesia, por
falta de título anterior de inscripción, se describe como situada en el lado
del evangelio, su puerta es verja de hierros, tiene una ventana de un metro
cuadrado que da al altar mayor y sus medidas, por la parte más larga es de 23
pies (261,67 mm.) aproximadamente y por la más ancha 22 pies. (En total unos 34
m2)
Finalmente, en 1913, el párroco
Emilio Arbeloa, escribe que las 2.500 pesetas que el señor arzobispo don José
Cadena Eleta obtuvo de una testamentaria para la parroquia de Pitillas, las
gastó en obras realizadas en la capilla del duque (no especifica cuáles), telas
diversas para ornamentos y otros elementos de culto; y en agradecimiento por
ello, hizo bordar en el palio nuevo el escudo de armas del arzobispo.
No sabemos cuándo se abrió la
puerta por la que actualmente se entra a la capilla directamente desde el
exterior, la ocultación del arco y ventana, ni la obra del cielo raso, ahora retirado.
* Primicia: contribución del
pueblo cristiano al mantenimiento y obras de la iglesia; habitualmente se
pagaba de 40 partes una. Normalmente se arrendaba el derecho de cobro mediante
subasta, por tres años, calculando uno estéril y dos fértiles. Administraban
estos bienes y daban sus cuentas dos primicieros, uno eclesiástico y otro
seglar.