Manuel Mª Lucus Iturralde nació en Pitillas y fue bautizado el 21-11-1.800. Era hijo de Gabriel, de Pitillas, y de Carlas, de Carcastillo; sus abuelos paternos fueron Josef Ramón y Francisca Irulegui, de Pitillas, y los maternos Miguel y María de Serra, de Carcastillo. Se casó el 21-4-1.828 en Pitillas, con Joaquina Jaurrieta Esparza, de Pitillas. Su muerte se produjo el 24-8-1.837 en la población aragonesa de Villar de los Navarros luchando contra los cristinos. No tuvo descendencia.
Manolín
Don Manuel Lucus, natural de Pitillas, fue muy popular en Navarra durante la guerra “de los siete años” por las grandes condiciones de guerrillero que poseía.
Como don Victoriano Cordeu (el Rojo de San Vicente), mandaba Lucus una pequeña partida de unos veinte jinetes y con ella recorría la parte baja de Navarra sorprendiendo a los pequeños destacamentos y molestando a las columnas enemigas.
Acerca de este bravo pitillés escribe el general don Juan Antonio Zaratiegui lo siguiente:
“Aunque por carácter tuviese Zumalacárregui marcada aversión a las bandas de caballería sueltas a causa de que los que las componen son gentes sin disciplina, acostumbrados además a no hace otra cosa que lo que es de su voluntad y que los pueblos algunas veces tienen más que sufrir de ellas que de los ejércitos enteros, sin embargo, la moderación y excelente conducta de Lucus llegaron a captar su aprecio y confianza; por cuyo motivo le autorizó varias veces para hacer diferentes expediciones que, respectivamente a las fuerzas que capitaneaba, se podría decir que le procuraron llenar el país de sus hazañas. Por dos veces le concedió S. M., a propuesta de Zumalacárregui, la cruz laureada de San Fernando de segunda clase, y por consiguiente obtuvo la pensión que marca el reglamento de esta Real orden; distinción que ningún otro mereció de aquel general”.
Valiente sin jactancia, y reservado sin ser misterioso, era él conocido entre los navarros por Manolín, uno de los más modestos militares que ha podido producir la España en estos tiempos. Como prueba de su pundonor citaremos aquí un ejemplo.
Perseguidos los veinte caballos que mandaba por gruesos destacamentos que de todos los puntos que los cristinos ocupaban en la Ribera, salían a un tiempo contra él, fue un día sorprendido en el momento de entrar en un pueblo de Navarra. Aunque solo y a pie, con la espada en la mano se abrió paso por en medio de sus enemigos; pero todos los caballos y algunos de sus soldados se quedaron en poder de aquellos.
Avergonzado con la idea de tener que presentarse a su general después de este revés y en semejante estado, hizo juramento de morir antes que verificarlo sin una fuerza por lo menos igual a la que había perdido. Se despojó enseguida de sus espuelas y espada de caballería, juntó con los que tenía hasta 22 hombres, los armó, y él el primero, con escopetas y fusiles que supo recoger por los pueblos, no sin dificultad, moviéndose de aquí para allí, dio al fin con un destacamento de caballería cristina que pasaba escoltando un correo. Lucus apostó convenientemente sus soldados, tomó con tal acierto sus medidas y los atacó con tal resolución, que consiguió hacerlos a todos prisioneros.
Entonces, montando su gente en los caballos cogidos y colocados entre filas a los jinetes cristinos, se dirigió donde estaba Zumalacárregui y le presentó, en lugar de los veintiún caballos que había perdido, treinta y dos.
Con el relato de las hazañas del famoso Manolín habría materia para llenar muchas cuartillas, pues durante la guerra “de los siete años” no descansó un solo día, siendo el tormento constante del enemigo y el azote de los pequeños destacamentos con los que podía medir sus fuerzas.
El Pensamiento navarro. Nº 3.743
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