En la carretera de Pitillas fue asaltado por tres hombres enmascarados y convenientemente armados un individuo llamado Sebastián Bolea Guirguillano. Los tres enmascarados exigieron, no sin amenazarle con la muerte y producirle una leve herida de arma blanca en el pecho, que les entregase cuanto dinero llevaba, mandato que no tuvo más remedio que cumplir para verse libre de aquellos criminales, que después de derribarlo al suelo, recibieron de su víctima un pañuelo de color en el que iban envueltas 18 pesetas y 50 céntimos en diferentes monedas. Los malhechores, una vez conseguido su propósito, se dieron a la fuga, y el individuo robado se dirigió a Pitillas, donde dio cuenta a las autoridades de lo ocurrido y les manifestó que aunque los ladrones iban enmascarados reconoció en ellos a dos vecinos de Pitillas y uno de Funes. Esto solo bastó para que la guardia civil detuviera inmediatamente a los individuos a quienes había delatado Sebastián Bolea y que eran los verdaderos autores del robo que se nos olvidaba consignar, se cometió anteayer. A los ladrones ocupó la guardia civil un cuchillo de no pequeñas dimensiones, un pistón de trabuco, dos sacos sucios y un tapabocas viejo que les sirvió para cubrirse la cara.
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