domingo, 27 de febrero de 2011

LA VIRUELA EN UJUÉ


Aunque ha sido breve en esta localidad la estancia de D. Genaro Pérez Moso, Gobernador civil de esta provincia, no por eso, su inesperada visita ha dejado de producir una aclamación entusiasta en este calamitoso pueblo, pues, aunque abrumado de penas por los seres queridos que ha perdido, víctimas recientes de la epidemia variolosa y de la crítica situación en que a las familias ha dejado tan grande calamidad, como por resorte movido, ha levantado el abatido espíritu de sus habitantes la venida de la superior autoridad provincial gubernativa.
A la verdad, el ánimo decaído de los atribulados habitantes de Ujué, se ha rehecho como por encanto, y cambiándose la pena en alegría, han recibido a D. Genaro Pérez como amoroso padre que corre presuroso a socorrer a sus afligidos hijos. ¡Bien venido seas, protector de Ujué!. Sea bienvenido el bienhechor que desde muchos años ha, viene tomándose tanto interés por estos laboriosos, honrados y pobres habitantes, a quienes en ocasiones mil ha favorecido y los que en tantas ocasiones han recibido de tan digna persona inmensos beneficios.
¿Qué prueba esto? Pues la sumisión, el respeto y la deferencia de los habitantes de esta villa para con las autoridades superiores, por una parte, y por otra el amor y cariño que singularmente profesan a la simpática persona de don Genaro.
Es innegable que como autoridad superior gubernativa de la provincia, don Genaro Pérez, no ha hecho mas que cumplir con un ineludible deber al acercarse a un pueblo que gime bajo el peso de un infortunio, pero al fin y al cabo y al cumplirlo, algo de bueno ha hecho, algún mérito ha contraído, porque el que cumple sus deberes es que se somete y ajusta a reglas y preceptos legales, no obstante tener libertad para traspasarlos e infringirlos.
Empero, solo el deber no es el que ha impulsado al I. Gobernador civil de la provincia a presentarse en esta villa, algún otro sentimiento noble le ha movido a visitar a los habitantes de Ujué, y sin temor de equivocarme, diré que ha sido guiado por el tierno efecto y cariño que profesa a este vecindario. ¿No es verdad don Genaro? ¿No ha acertado sus propósitos e intenciones, el que esto escribe?
Pero el I. Gobernador civil no ha venido a enjugar las lágrimas de este atribulado pueblo, pues espontánea y voluntariamente se le han asociado los Doctores en Medicina y Cirugía don Manuel Jimeno y Egúrbide, médico de número del Santo Hospital de la provincia, Inspector sanitario de la misma, premiado por la Academia Médico-Quirúrgico española y también el digno y distinguido Doctor don Laureano Arraiza, subdelegado de Medicina, quienes han secundado y contribuido a desvirtuar el pánico que se había apoderado ya de muchísimos vecinos. ¡Dios les pagará y premiará acto tan caritativo como humanitario!
Recibida, pues, la superior autoridad gubernativa de la provincia y los distinguidos doctores que las acompañaban, por las autoridades todas de esta localidad, se les ha hospedado en la casa del celoso párroco don Félix Aramendía y después de descansar breves momentos se han dirigido al suntuoso templo parroquial, en el que acompañados de las referidas autoridades, han oído el santo sacrificio de la misa celebrada por el laborioso coadjutor don Víctor Goyena.
Habida conferencia con las expresadas autoridades, han procedido inmediatamente a la práctica de la vacunación y revacunación, llegando a doscientas el número de personas vacunadas y revacunadas.
Terminada esta operación y celebrada sesión extraordinaria en la sala consistorial entre el Ayuntamiento, Junta local de Sanidad y los señores médicos antedichos, presidida por el Sr. Gobernador civil, se expuso el estado y condiciones en que se encuentra la epidemia variolosa así como los medios para combatirla, y oído con agrado el elocuente informe del doctor Jimeno, se levantó la sesión, pasando todos los concurrentes a la mesa que al efecto les tenía preparada el muy digno Ayuntamiento en la casa parroquial.
A continuación de la comida el señor Gobernador y los señores médicos, con la amabilidad y cariño que les distingue, visitaron los enfermos variolosos, fijándose también en las malas condiciones higiénicas de sus viviendas y demás puntos de la localidad, y terminado con este acto su benéfica misión, partieron hacia la ciudad de Tafalla a las cuatro y media de la tarde, siendo despedidos afectuosamente por todas las autoridades y vecinos que se asociaron.
Ya que el que narra y refiere ha sido un testigo ocular de lo ocurrido y está enterado de las gestiones hechas para combatir la epidemia variolosa, así como de los que han tomado parte en la prestación de auxilios y socorros para los gastos ocasionados en la misma, faltaría a un deber de justicia si no señalase en primera línea a la Excma. Diputación foral y provincial que interpretando fielmente la angustiosa y precaria situación de esta villa, ha respondido [....] con la Junta local de Sanidad.
Como ha sido extraordinaria la necesidad facultativa en tan crítica situación, extraordinario también ha sido el trabajo del señor médico titular don Alfredo Castellano, farmacéutico don Carlos Guallart y ministrante don Ceferino Garayoa, que con actividad y diligencia ilimitadas han cumplido sus deberes como valientes soldados, mereciendo ser recompensados por tan meritorio comportamiento, elogiando así mismo la heroica conducta observada por los dignos sacerdotes don Félix Aramendía, párroco, y los coadjutores don Víctor Goyena y don José Miranda, en la aplicación de los auxilios espirituales a los enfermos variolosos y en suministrar ocultas limosnas a las familias de los invadidos.
Otra clase auxiliadora y benéfica ha llamado también la atención de los habitantes de esta villa, y aunque humilde y pobre, merece y es muy justo aparezca entre el número de los que han contribuido y coadyuvado a aliviar y consolar la triste situación de los invadidos, contándose para este servicio los enfermeros Benito Urzainqui y Venancio Lizaur, nombrados y costeados por el celoso Ayuntamiento.
Y por último: ¿qué les diré a mis convecinos, cuya situación es tan aflictiva y angustiosa? Pues que tengan paciencia y resignación cristiana, porque en la paciencia está el verdadero valor, según frase de un distinguido escritor más erudito e instruido que el que escribe, quien por hallarse ausente el ilustrado corresponsal de esta localidad, se complace en publicar, siquiera a grandes rasgos, lo acontecido en esta villa en el día de hoy.
21 enero.   UN VECINO

El Eco de Navarra. 24 de enero de 1.900. Nº 6.893

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