jueves, 31 de octubre de 2013

INUNDACIÓN Y RESCATE

31 de octubre de 1.913, viernes.


De Pitillas

Eran las cuatro de la mañana; la copiosa lluvia con que empezó la noche, aumenta el caudal del río Cidacos; la tierra, empapada por las lluvias anteriores, despide las aguas que al reunirse bajan presurosas al cauce ordinario, incapaz ya de contener las que había recogido, y al recibir el nuevo impulso se extiende por ambos lados inundando un barrio de esta villa; las casas, de reciente construcción, están habitadas por varias familias que ayudadas de sus deudos van desalojando los edificios; no así las familias de los guardias; éstos, fieles al cumplimiento de su deber, salen obedeciendo órdenes superiores, ajenos al peligro que muy en breve habían de correr las esposas e hijos; varios habitantes del pueblo, reunidos donde empieza el barrio, contemplan el cuadro que ofrece el agua, avanzando majestuosa; de pronto, D. Atanasio Balda, que acaba de poner en salvo a su familia, pregunta por las familias de los guardias, como nadie contestara, con ánimo esforzado y dando un elevado ejemplo de caridad sublime, se lanza contra la corriente que se opone a su paso; el agua invade las casas alcanzando una altura de más de un metro en el interior; después de grandes esfuerzos para resistir el empuje de las aguas encauzadas por la pared de la calle, logró asirse a una reja del cuartel y elevándose a ella ayudado por las mujeres desde uno de los balcones, penetró por él y bajó con una de aquellas saliendo por la puerta.

Puesta en salvo la primera, vuelve seguido entonces de otros que con caballerías acuden al salvamento, logrando verificarlo feliz y oportunamente, pues las aguas subían por momentos, si bien descendían luego a causa del derrumbamiento de una pared de una huerta de donde hallaron salida.
No quiero omitir los nombres de esos vecinos para que les sirva de satisfacción la publicidad de sus hechos meritorios y el homenaje de mi admiración por su humanitario y heroico proceder, Atanasio Balda, Faustino Lasheras, Hermógenes Hermoso, Cándido Díaz, José Induráin y Pedro Induráin.

Recibid mi felicitación más entusiasta y que el cielo premie vuestras virtudes ya que los hombres y en especial la primera autoridad local brilló por su ausencia aun sabiendo que algo anormal ocurría.

No quiero terminar sin que se sepa lo solícitamente que fueron atendidas las familias de los guardias por los vecinos que tuvieron noticia del suceso y que ofrecieron a porfía sus servicios animados de generosos sentimientos, brillando con tal motivo esa virtud hermosa que se llama Caridad.

Las familias que más se han distinguido han sido las de don Robustiano Otazu, don Valentín San Martín y don Eusebio Vicuña. ¡Que Dios premie sus actos!

El Corresponsal

Pitillas 26—10—913

Diario de Navarra. Nº 3.935

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