sábado, 31 de agosto de 2013

EL ATRIO Y PÓRTICO DE LA IGLESIA


Allá por el año 1.732, el Obispo de Pamplona, Melchor Ángel Jiménez Vallejo, en la visita que realizó a la iglesia de Pitillas, dejó anotados en el Libro de Visitas, entre otras mandatos, el número 15 que decía:
“Mandamos que por cuenta de la iglesia se haga un atrio con los pilares de piedra y su cubierto, para mayor defensa de la iglesia y guardarla de las aguas, desde donde se puede conjurar y que el cementerio se cerque de pared de piedra para que no puedan entrar los ganados y que se blanquee la iglesia”.


Pasaron seis años hasta que el mandato comenzó a realizarse por falta de dinero para acometer las obras según señalan las escrituras que realizaron de una parte, Isidro Villalón y Castro, vicario perpetuo de la iglesia parroquial del señor san Pedro, Antonio Esparza, Miguel Jaurrieta y Sebastián Esparza, alcalde y regidores de la villa, y como tales, patronos de la parroquia; y de la otra parte, Guillermo de Andícola, maestro cantero, natural de Navarra la Baja.
En esta obra contratada se realizaron los arcos del pórtico (dos que miran hacia el Ayuntamiento y entre los cuales está el escudo de la iglesia, marcado con el año 1.739, fecha de finalización de las obras, y un reloj de sol; y otro arco que mira al poniente), el enlosado y bancos del pórtico y atrio, el blanqueado de la iglesia y el cercado del atrio que formaba el cementerio.
En la pared que rodeaba el atrio se debían realizar tres portadas de piedra de sillería rematadas con tres bolas, a juego con las que existían en la torre del campanario, en las que había que colocar tres puertas de madera con todo el hierro necesario para poder cerrarlas.
La obra debía estar finalizada para el día de Santiago de 1.739 por el  precio de 431 ducados, sin poder pedir el cantero más dinero por las mejoras que realizase.
En enero del año 1.740 se juntaron dos maestros de obras, como representantes de los patronos de la iglesia y constructor, para declarar si la ejecución de las obras estaba conforme al contrato de la escritura. Señalaron que los cimientos de los arcos estaban sobre terreno falso, de modo que había que rehacerlos de nuevo y las losas del pórtico estaban movidas y debía asentarlas con mezcla de cal y arena. Así lo realizó Andícola.

Pasado casi siglo y medio, en el año 1.886, Manuel San Juan, párroco de la iglesia, comprendió que el muro del oeste del atrio estaba arruinado y que la iglesia no contaba con recursos para acometer la obra. Por ello propuso al Ayuntamiento que si le subvencionaba con alguna cantidad, tiraría el muro, y al reedificarlo, traería la pared un metro más hacía dentro, sin perjudicar en gran manera al atrio, quedando la calle Norte, más espaciosa y hermosa, pues era tan angosta que andaba mal para pasar un carro.
Así sucedió, el Ayuntamiento acudió con 2.000 reales de los 3.588 reales que se gastaron en la obra señalada. Además de este trabajo, se trasladó la portada que estaba frente al Ayuntamiento al poniente y, en su lugar, se colocó la que estaba en la heredad que llamaban del “Cerrado”, propiedad del duque de Granada, solicitada por el párroco en una razonada exposición. Es por ello distinta a las otras dos, pues le pusieron en la conclusión dos especies de avellanas a los lados de la cruz que estaba en medio. Hoy ya no existe esta cruz ni tampoco las puertas que cerraban las portadas.
Según he oído a Jesús Mª Esparza, varios pitilleses no entraban por esta puerta para ir a la iglesia, pues consideraban el hacerlo como una humillación y un sometimiento al marqués.

A finales del XIX y principios del XX seguían realizándose obras como lo reseña el periódico El Eco de Navarra, señalando que se estaba arreglando el atrio con excelente losa. Anotaciones en los libros de la iglesia recogen las limosnas y aportaciones del Ayuntamiento para estos fines.
De hecho, encima de los arcos del pórtico había una galería con un barandilla de madera que en la actualidad está sustituida por unos arquillos de piedra.

Pero el cercado del atrio para que no penetrasen en el interior los animales y profanasen el cementerio, ofreció una mayor intimidad en el interior del pórtico que fue aprovechado por los jóvenes para jugar a los prohibidos, como así sucedió con Aniceto Luri y Florencio Ayerdi, quienes fueron denunciados por la benemérita en agosto de 1.924.
También cuenta Pedro Mártir Jaurrieta que cierta tarde, hace muchos años, jugando unos muchachos a pelota en el pórtico, ésta se les encaló, quedando detrás del ropaje del San Pedro que estaba en la hornacina de encima de la puerta de la iglesia. Un muchacho escaló para coger la pelota y agarrándose a la imagen para su seguridad, como no estaba anclada, cayó de bruces al suelo con la imagen. La efigie quedó rota y el muchacho y sus compañeros salieron disparados para evitar la reprimenda.
Fue en diciembre de 2.008 cuando se repuso en la hornacina la imagen del patrón, realizada en granito, obra del escultor gallego Fandiño, con un costo de 1.300 euros.




Finalmente, hace pocos años, se puso una verja entre los arcos con el fin de evitar la entrada al pórtico de personas fuera del tiempo religioso y actualmente se ha adecentado el atrio levantado por las raíces de los árboles allí plantados y construida una rampa de acceso en la portada de la plaza de San Pedro. 

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