miércoles, 12 de septiembre de 2012

LA AUDIENCIA DE SALDÍAS



Hace años, los pequeños problemas cotidianos entre vecinos, se solucionaban en sesiones públicas que se celebraban de manera periódica, presididas por el alcalde, quien era el encargado de impartir justicia. Estos actos se llamaban audiencias y sus desarrollos y sentencias se recogían en un libro que tenía el mismo título. Es uno de los aspectos de la llamada jurisdicción baja y mediana.

En estos Libros de Audiencias aparecían demandas sobre hurtos, reclamaciones de daños en heredades, impago de sueldos de criados, pequeñas deudas, riñas, etc.
Recordemos que entre Ujué y Pitillas había cierta unión en relación principalmente a este aspecto de la jurisdicción. Estas audiencias eran presididas casi en su totalidad por el alcalde de Pitillas, en muy pocas ocasiones lo eran por el de Ujué, por razones prácticas.
Bueno, pues finalizaba el año 1.686 y Pitillas se encontraba inmersa en una petición al Rey para que les concediese poder ejercer su jurisdicción de forma totalmente separada de Ujué. Ésta veía que su “barrio” se le independizaba. Y como en otras ocasiones, la reacción de la cabeza, Ujué, fue la de demostrar su poder y humillar a su miembro, Pitillas.
Entonces, Marcos Saldías, alcalde de Ujué, decidió tener audiencia en su barrio Pitillas, y para que nada ni nadie buscase pretexto y tenerlo todo bien atado, de víspera, mandó al nuncio o pregonero de Pitillas publicar su disposición por los lugares acostumbrados de la villa, señalando la hora y lugar. Así lo hizo.
A continuación, el Regimiento o Ayuntamiento de Pitillas, formado por Antonio Esparza, alcalde, y los regidores Juan de Esparza y Juan Castellano, se reunieron y montaron su estrategia para impedir que el alcalde de Ujué pudiese realizar tal acto.
El 24 de octubre de 1.686, al salir el sol, Saldías, con la asistencia de su escribano y otras personas que le acompañaban para hacer de testigos y saborear la ofensa, habiendo llegado a la puerta de la Casa de las Audiencias, comprobaron que la puerta estaba cerrada con su candado.
El alcalde Saldías mandó al nuncio fuese a buscar la llave a casa del regidor Juan Esparza. Al cabo de un rato volvió con las manos vacías. Esparza no tenía la llave.
Se repitió la operación en casa de Juan Castellano. La respuesta fue la misma: no sabía nada de la llave.
Ya enojado, Saldías lo mandó a casa del alcalde de Pitillas. El nuncio fue recibido por la mujer de Antonio Esparza, alcalde, quien le dijo que su marido no se hallaba en casa y ella no tenía la llave.
Saldías no sabía a quién acudir; pero como no podía dejar de tener audiencia, pues sería para él una gran ofensa, se le ocurrió llamar al herrero para que abriese la puerta como mejor pudiese. Efectivamente, el herrero, con un escoplo y un martillo, sacó una sortija del candado y abrió la puerta.
El alcalde pudo entrar en la sala a celebrar su Audiencia y según el documento, así lo hizo; pero dudo que hubiese quién acudiese aquella mañana a hacer sus reclamaciones ante autoridad extraña.
Después de celebrada la sesión, como dicha puerta quedaba abierta, habiendo dentro de la sala unos tablones para mesas y asientos, dos picas, diez frascos de munición (cinco grandes y cinco pequeños) con sus bandoleras de baqueta y cinco arcabuces de guerra, volvió a llamar al alcalde para que se hiciese cargo de todo el material.
Al cabo de dos horas apareció Antonio Esparza, y Saldías, para que no pretendiese ignorancia, le hizo notorio el auto que había redactado el escribano de todo lo sucedido y relación del material bélico que había.
El alcalde de Pitillas, una vez oído su contenido, repuso con soberbia, que la llave estaba en su poder.
Probablemente nunca más se repitió el hecho, pues el Rey, en pocos meses, concedió a Pitillas su separación jurisdiccional de Ujué.

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